domingo, 18 de diciembre de 2011

Sobre la prostitución

En principio el intercambiar sexo y dinero no plantea problemas morales: una persona quiere sexo, otra dinero, se ponen de acuerdo y se realiza la transacción. Ninguno tiene por qué resultar perjudicado, ni se produce un daño para la sociedad en su conjunto, por lo que la sociedad no tendría que imponer ninguna normativa al respecto, más allá de la aplicable para el resto de transacciones comerciales.



Sin embargo, en la práctica, la existencia de la prostitución genera una terrible e intolerable esclavitud de muchas mujeres que, por sus circunstancias personales, o por presiones de proxenetas, se ven forzadas a ejercer esta actividad. Lo que se debe evitar es precisamente ese tipo de esclavitud. Las experiencias de legalización, por ejemplo en Holanda y en Alemania, no han funcionado: paradójicamente han propiciado un incremento de esta esclavitud. En cambio, la experiencia de prohibición total y penalización del cliente aplicada en Suecia sí ha conseguido una reducción del fenómeno. Por eso yo abogo por que en todo el mundo se prohíba el ofrecimiento o la compra de servicios sexuales con contacto físico (el sexo telefónico o la pornografía, por ejemplo, no han demostrado propiciar la esclavitud de personas). Quienes los compren, o intenten comprarlos, deben ser penalizados mucho más intensamente que quienes los ofrezcan, mientras que la persona que físicamente proporcione el servicio no debe ser represaliada.

11 comentarios:

  1. En España, aunque el proxenetismo sí es un delito según el Código Penal, la prostitución se mueve en un limbo de alegalidad. Las distintas propuestas para definir una postura reglamentada sobre el comercio sexual han fracasado. En 2008, el Congreso rechazó regular o prohibir al considerar que distinguir tráfico de personas y prostitución era complicado. Ambas cosas, aseguró en su informe la comisión parlamentaria encargada del tema, “son fenómenos ligados y relacionados que no pueden separarse”. Por eso, se aprobaron medidas para luchar contra la trata, se ampliaron las penas a los explotadores y las mafias y se creó el Plan de Lucha contra la Trata, que recoge ayudas y apoyo a las mujeres explotadas por las mafias.

    “Sirvió para coordinarnos mejor”, explica la presidenta de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida, Rocío Nieto. Pero las chicas siguen vendiéndose en las calles. Algo que molesta a algunos ciudadanos, que no quieren que sus hijos vean a mujeres con poca ropa que ofrecen su cuerpo por dinero. Por eso muchos municipios se han visto presionados para desarrollar ordenanzas que multan por vender o comprar servicios sexuales en la calle.

    “Se está bordeando el problema. Lo que hay que hacer es una ley seria contra de las personas que explotan a las mujeres”, continúa Nieto.

    Purificación Causapié, secretaria de Igualdad del PSOE, tampoco está de acuerdo con las normas municipales que penalizan a las personas que ejercen la prostitución. “Estas ordenanzas tienen más que ver con el vandalismo y el orden público. Hay que combatir el tráfico de personas y las mafias y facilitar que las mujeres salgan de esta situación con ayudas”

    En Europa, la perspectiva legal sobre prostitución es diversa. En Suecia, Noruega o Finlandia está prohibida. Sin embargo, solo se penaliza al cliente, que se enfrenta a sanciones que pueden oscilar entre una multa económica y la pena de cárcel, aunque esta última no se suele hacer efectiva nunca. Suecia inició ese modelo abolicionista en 1999, un sistema que cuenta con la mayoría del apoyo ciudadano y que ha logrado disminuir el fenómeno. El modelo abolicionista es, según María Luisa Balaguer, catedrática de Derecho Constitucional, en el que se debería fijar España.

    En otros países, como Alemania u Holanda, la prostitución es legal, se considera a las mujeres como trabajadoras y necesitan una licencia municipal para ejercer. En Holanda una ley reglamentó en el año 2000 la prostitución como un trabajo. Los empresarios de los clubes tienen que obtener permisos y pagar impuestos y las mujeres tienen prestaciones sociales por realizar ese trabajo. “Eso no frenó la explotación. Algunas mujeres han llegado al país pensando que iban a trabajar en otra cosa y a otras les obligan o incitan a mantener sexo inseguro o sin apenas descanso”, afirma la socióloga Kareen Vryck, que ha estudiado la realidad holandesa.

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  2. Diez años después de que entrara en vigor la ley que castiga a quien pague por obtener servicios sexuales, el número de compradores de sexo había descendido del 13,6% a menos del 8% de la población, según datos del Instituto Sueco. Y aunque la norma —que apoya más del 70% de la población— no ha conseguido encerrar a los clientes sí ha conducido a una reducción palpable de la prostitución callejera: antes de la ley unas 600 mujeres ejercían en las calles de Estocolmo cada día; actualmente no son más de diez, según estimaciones de la policía.

    La premisa sueca es que si no hay demanda no habrá oferta. Un modelo que este país defiende y que ha exportado a otros como Noruega, Islandia o Singapur. Ahora, Francia e Irlanda estudian seguir sus pasos. También Valencia dio luz verde hace unos días a una ordenanza municipal que contempla sanciones para los clientes, pero no para las meretrices.

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  3. Se trata de romper la aparente unidad semántica del concepto de prostitución para dividirlo en dos mitades antitéticas diametralmente opuestas entre sí. Por una parte tenemos los servicios sexuales voluntariamente ofrecidos por trabajadoras libres que no estén sometidas a ninguna coerción física ni moral, económica ni autoritaria. Llamemos a esa categoría “comercio sexual”. Y por otra parte aparecen las cautivas sexuales obligadas a someterse a los clientes cómplices de las redes criminales que las secuestran y las obligan. Llamemos a este otro contingente “explotación sexual”. Pues bien, ambas realidades son absolutamente ajenas la una a la otra en tanto que heterogéneas entre sí, del mismo modo que lo son el trabajo asalariado y la esclavitud, o el comercio libre y el fraude criminal. Y lo único que las unifica en apariencia en un todo unitario es el designarlas falazmente bajo un mismo concepto común: la infamante voz de prostitución que las maldice por igual.

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  4. Resulta que, por encima del hermoso discurso de las mujeres que pueden ofrecer su cuerpo en libertad, la mayoría de las que se dedican a eso han sido víctimas de abusos sexuales y de malos tratos durante la infancia o la juventud temprana. Y un enorme porcentaje trabaja en ese sector porque las mafias las obligan.

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  5. Hay muchas fuentes autorizadas, desde el informe GRETA del Consejo de Europa a trabajos hechos por las Naciones Unidas o el Parlamento Europeo, que parecen demostrar que la penalización no acaba con la prostitución, sino que la invisibiliza, y que además aumenta la vulnerabilidad de las trabajadoras y su dependencia de los proxenetas, ya que, al no poder haber una oferta abierta, necesitan más a los intermediarios.

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  6. Durante años se ha mantenido el debate sobre si lo conveniente es abolir la prostitución o regularla. Cada vez resulta más difícil a sus defensores sostener que se trata de un oficio ejercido libremente, y que como tal debe contribuir al beneficio colectivo con impuestos y cotizaciones sociales. La prostitución es un infame negocio, basado en gran parte en la trata de seres humanos.

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  7. 75 sirias liberadas tras la desarticulación de la mayor red de tráfico de mujeres de la historia del Líbano. “Las chicas estaban en un estado lamentable y cubiertas por moratones o quemaduras”, relata Sandy Isa, periodista de investigación libanesa.

    Durante el interrogatorio, quien se hace llamar doctor Riad al Alam, admitió que había practicado hasta 200 abortos a las jóvenes, a los que algunas no sobrevivieron.

    En los sótanos de los hoteles Chez Maurice y Silver Hotel, en la localidad costera cristiana de Yunie y a 20 kilómetros de la capital libanesa, las jóvenes vivieron un infierno en vida. Golpes, descargas eléctricas, 10 latigazos por olvidar pintarse las uñas o 50 por no recibir propinas de los clientes. La mayoría cruzaron legalmente de Siria a Líbano, algunas antes de la guerra, engatusadas por las promesas de un trabajo o de un marido. Una vez en los hoteles, eran retenidas contra su voluntad, apaleadas y forzadas a prostituirse desde “las tres de la tarde hasta las cinco de la mañana”. Con edades comprendidas entre los 18 y 29 años, además de una menor de 16 años, algunas llevaban un par de meses secuestradas, otras hasta nueve años trabajando como esclavas sexuales y sin recibir un solo céntimo.

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  8. Legalizar no reduce la trata, no garantiza los derechos de las prostitutas (son poquísimas las que se inscriben en la seguridad social) y empeora su situación: si es legal, todo vale, desde “tarifas planas” de cerveza, salchichas y mujeres ilimitadas, hasta la posibilidad de defecar sobre la prostituta, como se ha visto en Alemania.

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  9. Cuando se legaliza la prostitución, el mercado del sexo crece. Se normaliza pagar por tener relaciones sexuales. En las encuestas, los ciudadanos de países donde la prostitución es legal encuentran moralmente más aceptable la compra de sexo que los habitantes de las naciones donde la prostitución es ilegal. Y, en la vida cotidiana, recurren más a los servicios de prostitutas. En otras palabras, no es que la legalización regularice un mercado que, de otro modo, se daría en la clandestinidad, sino que la legalización crea un mercado más grande.

    Varios estudios indican además que la legalización de la prostitución estimula el mercado más aberrante de nuestro tiempo: el tráfico de seres humanos. En todo el mundo, 4,8 millones de personas, sobre todo mujeres y niños, son mercancía de traficantes para la explotación sexual. Estos criminales sin escrúpulos, organizados en sofisticadas redes globales, envían a sus víctimas naturalmente a aquellos lugares donde hay más clientes dispuestos a pagar por sexo. Como Holanda o Alemania.

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  10. El 31 de diciembre de 2018 el Parlamento aprobó por unanimidad la Ley de prohibición de la prostitución: quienes sean pillados tratando de conseguir sexo a cambio de dinero serán multados con 2 000 shekels (unos 500 euros). Una sanción que podrá ser reducida si aceptan entrar en un programa reeducativo para tomar conciencia del daño que sufren quienes venden su cuerpo. Si son nuevamente cazados, la multa se irá duplicando hasta alcanzar los 75 300 shekels (unos 19 000 euros).

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  11. Primero se deben perseguir todas las formas de proxenetismo. Luego se debe ayudar económicamente a quien sale de la prostitución. Y finalmente hay que desactivar la demanda mediante la educación y penalizándola.

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